Todos sabemos que el contagio emocional no tiene
barrera, no solo a nivel colectivo, imaginaros ese estadio lleno de alegría o
tristeza e incluso enfado cuando un futbolista de tu equipo mete o le meten un
gol, o por el contrario aquella persona que antes las constantes agresiones
verbales u emocionales de otra persona, los llamados tirachinas emocionales,
entramos al trapo contagiándonos del estado emocional de la misma.
Un día me contaron una historia que me viene muy
bien para poder ilustrar este tema del contagio emocional.
Explica el columnista Sidney Harris
que, en una ocasión, acompañó a un amigo suyo a comprar el periódico. Al llegar
al quiosco su amigo saludó amablemente al vendedor. El quiosquero, en cambio,
respondió con modales bruscos y desconsiderados y le lanzó el periódico de mala
manera. Su amigo, no obstante, sonrió y pausadamente deseó al quiosquero que
pasase un buen fin de semana. Al continuar su camino, Sidney le dijo:
- Oye… ¿este hombre siempre te trata
así?
- Sí, por desgracia.
- Y tú, ¿siempre te muestras con él
tan amable y educado?
- Sí, así es.
- Y ¿me quieres decir por qué tú
eres tan amable con él, cuando él es tan antipático contigo?
- Es fácil. Porque yo no quiero que
sea él quien decida cómo me he de comportar yo.
Si analizamos este caso llegaríamos a la conclusión que todos de una forma
u otra tenemos o conocemos personas que nos descolocan, con su sola presencia,
palabras, gestos y emociones, impiden que actuemos con esa autonomía emocional
que siempre estamos reivindicando e intentando alcanzar.
No obstante como primer principio me gustaría decir que somos nosotros los
dueños de nuestro destino, que nosotros somos los responsable de nuestras
acciones y por tanto nosotros elegimos el medio en el que nos queremos mover,
en nuestras manos esta, contactar y promover climas y ambientes emocionales positivos, y no contaminar el
ambiente con emociones negativas o climas emocionales más tóxicos.
Cuidado con la
pasividad porque con ella nos convertimos en un campo abonado para recibir todas
las críticas que vienen del exterior o cuidado por el contrario en convertirnos
en personas que contagiamos emocionalmente a otros.
Esta capacidad de
tomar las riendas de mi destino guarda una relación estrecha con la Regulación
Emocional, competencia que nos permitirá enfrentarnos a situaciones límites sin
dejarme arrastras por dichas circunstancias o personas, por eso decimos que
todas aquellas personas que se dejan llevar con facilidad son personas con poca
autonomía emocional.